Que me hizo perder el orgullo

No les ha pasado muchas veces que el orgullo, hace de las suyas en cuanto a las relaciones personales, ya sea amistad, amor, familia, etc.Me ha pasado muchas veces, y aún sigo dejando que tamaña emoción o sentimiento me siga embargando, rasgo de inmadurez que me empeño en no terminar de sacar, como si tercamente me esmerara en seguir viviendo aún en la adolescencia, que ya hace mucho que se fue.Y es que, a veces en diversas situaciones que se escapan de mis manos en donde se entremezclan la confusión y mescolanza de otros sentimientos (llámese pasión, odio, amor, etc.), suele salir airoso y triunfador este orgullo, orgullo que no cesa, que no para hasta enfriar hasta el más mediterráneo soplo de ternura, cariño y estimación, que no para hasta que no halla más que una mirada cuando aquel, se te cruce en el camino.
Y es justamente cuando se entremezclan el orgullo y la soberbia que el corazón sale perdiendo, no, no el corazón cursi (del que he comentado muchas veces: amor, romanticismo, etc., etc.) sino, más bien quiero referirme al corazón como centro de nuestro ser, nos deja atarantados, taciturnos, pasmados, el orgullo guía a nuestro cerebro por caminos entremezclados con bilis y pasiones, esa costumbre algo arraigada a nuestra sustancia que nos dice que no nos podemos equivocar y que somos el centro del universo, que porque hemos adquirido un ascenso o el auto último modelo en el mercado somos indestructibles, inmortales y bebemos ambrosía también.
Ese orgullo que no te deja escuchar a tu alrededor y sobre todo a tus buenos amigos (llámese, para efectos de este blog, buenos amigos a aquellos que sin chistar no dudan en decirte cuando te equivocas), el culpable de muchas grandes caídas en la historia.
¿Cómo dominas a este monstruo de la mente humana?; debemos empezar por algo... sugiero escuchar (aunque se desangren nuestras orejas), meditar y sobre todo tener presente la humildad.